Día 17: ¿Y ahora qué?
Día 1 de confinamiento. Los murmullos se oyen por todo el hostel a primera hora de la mañana. Salir a la calle está prohibido (salvo para tareas esenciales como ir a la compra o a la farmacia) y a todos los turistas que nos encontramos en Cusco nos asalta la misma pregunta: ¿Y ahora qué?
Al llegar al centro del salón de la típica casa de estructura colonial del hostel, dos chicas de Barcelona toman el mando de la organización. Previo acuerdo con el manager de Dragonfly hostel, comienzan a organizar primero una asamblea general y posteriormente una serie de actividades y dinámicas para conocernos. Se nota que vienen de la cultura del "Esplai", una especie de boy scouts catalanes laicos.
En la asamblea un chico colombiano propone que al estar confinados por "obligación" y no por voluntad propia, no deberíamos pagar por estar en el alojamiento. Las dos chicas de Barcelona refutan que al estar en casa, estaríamos pagando un alquiler y que debe cumplirse el pago; me enteraré poco después que ellas por su tarea de "organizadoras" no pagaban nada al hostel (la fórmula de trabajo a cambio de alojamiento está extendida entre hostels de Perú, y es buena opción para mochileros de viajes largo).
Yo pienso que lo justo sería un término medio: pagar una parte pero no el total del alojamiento, sin embargo no entro a valorarlo por estar pagando S/ 20 la noche en oferta (unos € 5). Comparto comida con el chico colombiano, que poco después se iría a un hostel cercano que permitía el hospedaje de manera gratuita por solidaridad con viajeros varados en Cusco a causa de la situación.
En nuestro hostel, mientras tanto, las dinámicas de las dos chicas nos sirven para conocernos más y distraernos del encierro. Las actividades se completan con una charla sobre la COVID-19 impartido por una de las chicas que es enfermera. Se hacen turnos para cocinar (la cocina es pequeña) y se crean unas normas para la convivencia.
Estos días van a comenzar a parecerse unos a otros. Lo más curioso de esta cuarentena es que la realizo con más de 30 personas de distintas nacionalidades, a miles de kilómetros de casa, a 3.339 msnm y sin saber cuándo terminará el confinamiento y podremos regresar a nuestros lugares de origen.
Día 18: Sigue la cuarentena en el ombligo del mundo
Día 2 de confinamiento. Los antiguos incas llamaban a la ciudad imperial Qosco, de la que luego derivó Cusco, que en lengua quechua significaba 'el ombligo del mundo'. En nuestro particular ombligo del mundo la realidad se ha ceñido a un grupo de personas que tratan de sobrellevar de la mejor forma la cuarentena en un estado de incertidumbre.
Me levanto alrededor de las 9.00 a.m. ya que el desayuno está incluido en el precio y no lo servirán hasta las 10.00 a.m. A las 11.00 a.m. comienzan unos ejercicios de actividad física impartidos por un chaval de Almería que ejercía de instructor antes de dedicarse a viajar por el mundo.
Tras el ejercicio físico un chico hindú imparte unas clases de respiración. El ánimo está alto.
Después de haber comprobado en días anteriores que la cocina peruana cuenta con bastante protagonismo cárnico, decido apuntarme al grupo de cocina vegetariana ya que cuenta con el chico hindú y un chico italiano, ambas gastronomías de mi interés. Pasamos lo que queda de la tarde noche conversando y contando historias de nuestros diferentes países y respectivos viajes. El tiempo pasa rápido en la cuarentena, al menos por ahora.
Día 19: Los cazadores de borrachos
Día 3 de confinamiento. Poco a poco empiezan a haber ciertas rutinas. Lo cual, sin duda, supone un gran contraste, puesto que uno se había acostumbrado a la bendición del viajero, esto es, ver paisajes nuevos cada día, nuevas caras también y nuevas experiencias.
La maldición del viajero sería, por el contrario, no poder estar nunca completamente satisfecho puesto que siempre va a haber un mundo inabarcable por explorar allá fuera. Nos enteramos este día que no es posible comprar alcohol, además del toque de queda impuesto en el país entre las 20.00 horas y las 05.00 horas (que luego incluso se extendería, hasta llegar al punto en que los ciudadanos con DNI terminado en número par podrían salir a la calle unos días conctretos, mientras que los que terminaran en número impar, otros).
De hecho circulan rumores de que han cerrado algún que otro hostel donde seguían celebrando fiestas. Algunos teóricos de la conspiración piensan que son rumores y habladurías puesto que esa misma noche tenemos fiesta de cumpleaños en Dragonfly de una chica chilena por su 30 cumpleaños y quieren que nos comportemos.
Como en una historia de misterio nos cuentan entrecerrando los ojos y mirando alrededor, historias de policías entrando atropelladamente con alcoholímetros a los hostels, mientras la gente grita y corre de un lado para otro. Algunos se ponen nerviosos, ya que en el Dragonfly queda, y se sirve alcohol.
Llegada la noche, compartimos una bonita cena en comunidad, seguida de una animada fiesta en la cual, entre cócteles de pisco como el pisco sunrise y alguna que otra chela artesanal Chamán IPA, uno fácilmente olvidaba que estaba confinado contra su voluntad, hasta que, poco después de la medianoche, el personal del hostel apagó la música y la fiesta se fue diluyendo en la oscuridad de la sala.
Día 20: Jugar en los días de cuarentena
Día 4 de confinamiento. El grupo del que formo parte en el hostel cuenta con un bebé de 14 meses que suele saludarme cada mañana al percatarse de mi presencia, y un gato que campa a sus anchas por las estancias. Después de cuatro días en el hostel todos nos conocemos por nuestro nombre y compartimos nuestras alegrías y tribulaciones.
Tras el desayuno es ya costumbre realizar los ejercicios para mantenernos en forma y tener la mente en otro lado. Para ello, el patio de la casa colonial en la que se encuentra el hostel es crucial.
Pero para mí, lo mejor que pudimos tener entre todas esas paredes fue el futbolín. Hubo algún que otro torneo (también de ping pong), además de partidas espontáneas llenas de competición, adrenalina y emoción.
Sin embargo, lo más destacable de este día 20 es el taller de brazaletes, por novedoso y entretenido. Este taller fue impartido por una pareja de viajantes argentinos que eran expertos en la materia. Así que pasamos una tarde entretenida y nos llevamos, además, una pulsera de recuerdo.
Cualquier distracción o pasatiempo a estas alturas era más que bienvenida. Comienzan a llegar informaciones bastante confusas sobre un vuelo que está próximo a partir en dirección Madrid y que está gestionándose con las autoridades peruanas.
El teléfono de contacto con la Embajada de España en el Perú siempre comunica y los correos que enviamos a la dirección alternativa no obtienen respuesta. Parece que mañana sale un bus hacia Lima de ciudadanos franceses. Los ciudadanos con pasaporte español seguimos abandonados a nuestra suerte.
Ante la inacción de la Embajada se empiezan a organizar grupos improvisados en Whatsapp como "Españoles atrapados en Cusco", donde aparecen de cuando en cuando informaciones importantes y estúpidas discusiones; o "Catalans a Cusco", entre otros.
En estos, se comprueba la mucha gente que se encuentra en parecida situación y se empieza, de algún modo, a hacer presión en busca de una solución.
Día 5 de confinamiento. La sucesión de días sigue siendo más o menos la misma desde que comenzó la cuarentena. Realizo diariamente las sesiones de ejercicio que están organizadas puntualmente a las 11.00 a.m. (a veces zumba, a veces yoga), para no perder el foco y la concentración.
Suelo levantarme a las 9.00 a.m. para tomar el desayuno, que consta básicamente de un par de panecillos con mantequilla y mermelada, y un crêpe con manjar blanco (dulce de leche) que antes del confinamiento eran dos.
Mi grupo de cocina, aunque haga comida vegetariana, realiza un rico pollo masala. Me fijo atentamente y tomo anotaciones del arte culinario del chico indio para aprender gastronomía hindú.
Por la tarde solemos finalizar compartiendo una cerveza y realizando un intercambio lingüístico.
Día 22: Mensajes nada claros
Día 6 de confinamiento. Siguen llegando mensajes demasiado vagos y poco transparentes, además de que muchos, como yo, nos enteramos por mensajes en grupos de WhatsApp ya que, a pesar de haber mandado todos mis datos en repetidas ocasiones a las autoridades "presuntamente" competentes, me llegan uno de cada tres correos electrónicos.
Hoy recibo un mensaje de Iberia confirmándome que cancela mi billete de vuelta para España previsto para el día 1 de abril. Por si fuera poco, mi vuelo de vuelta a Lima desde Cusco del día 24 de marzo también es cancelado.
Sobra decir que las medidas que tomó el Estado peruano han sido estrictas desde el minuto uno, existiendo una prohibición total de desplazamientos por carretera y el cierre de todas las fronteras. El autobús que habían organizado desde su embajada termina no saliendo por falta de permisos.
Otro vuelo que Iberia tenía previsto para dentro de dos días también termina cancelándose. Quien me conoce sabe que soy una persona que disfruta de estar en el exterior. Así que, ahora sí, empiezo a sentirme atrapado y aparecen los primeros síntomas de ansiedad.
Se nos permite (eso sí) y fuera del toque de queda (de 20.00 horas a 5.00 horas), salir a comprar alimentos básicos. Aprovecho esta circunstancia para salir a respirar y dar un pequeño paseo diario. A pesar del aún bajo número de contagios, solo se permite acceder al supermercado Orion con mascarilla y te desinfectan las manos al entrar
La pareja formada por un chico italiano y una chica polaca de mi grupo de cocina, deciden marcharse a otro alojamiento. Los acompaño para ayudarles con el equipaje, darme un paseo "ilícito" y plantearme un posible cambio de hostel, por el hecho potencial de la novedad, ya que a decir verdad y a pesar de todo, se está bastante bien en Dragonfly.
Una señora que al parecer trabaja en la limpieza de la calle me espeta que "la ley es igual para todos" al verme extranjero, a pesar de ir con la mascarilla y comentarle que solo estoy yendo a por comida. Mientras me alejo murmura algo de llamar a la policía.
Esta tarde se ha organizado una asamblea en mi hostel. Al haber solamente una cocina y ser bastantes "grupos" utilizándola, comienzan a surgir problemas de convivencia. Se abre una discusión en ciertos puntos ridícula. Mi propuesta de flexibilización es rechazada por el grupo alemán. La situación para una reunión de la ONU a pequeña escala. Se cambia el sistema.
Empiezan a notarse diferencias culturales en un grupo tan multicultural. Desde mi observación, veo antepuestos el "grupo latino" y el "grupo alemán". Además, parece que el confinamiento empieza a hacer mella en algunos. El futbolín sigue salvando mis tardes, noches, y mi salud mental.
Al haber hecho oídos sordos ante mi insistencia de descuentos en cerveza artesana, decido hacer un comentario en trip advisor sobre el hostel: "lugar ideal para un confinamiento", a cambio del cual tienes bebida gratis (no incluye cerveza artesana 😒).
Día 23: La asamblea extraordinaria
Día 7 de confinamiento. Parece que al amanecer de este día empiezan a trabajar, al menos, un poquito. Comunican que:
Existen 1279 turistas españoles atrapados en el Perú. 221 en Cusco. Yo soy el número 222.
Hoy ocurre, a mi parecer, el peor momento del confinamiento. Hay una Asamblea Extraordinaria y se requiere la votación de todos para decidir sobre lo siguiente: una pareja que estaba alojada con nosotros en Dragonfly decidió pasar la noche fuera, pero hoy desean volver.
De hecho, para más inri, en esos momentos se encuentran en recepción, pero las "organizadoras" deciden no mencionar de quien se trata para no llevarlo al terreno personal. Observo el debate sin participar a sabiendas de que, en ocasiones, "la democracia es la tiranía de la mayoría", como dijo el pensador inglés John Stuar Mill.
Se distinguen, de nuevo, diferentes facciones y el debate abierto da pie a acaloradas discusiones. El encargado del hostel desde el comienzo se lava las manos y deja la decisión a la votación popular. A favor de que vuelvan, 11 personas, en contra, 15.
Se insiste en dar paso a una segunda votación, puesto que el encargado los tiene delante en recepción y se alega que no estuvo todo el mundo. Tras un breve debate y antes de la segunda votación, todo se acaba cuando los afectados deciden marcharse unilateralmente, a sabiendas de que al menos 15 personas están en contra de su retorno.
Para mí, decantado por el sí por empatía y solidaridad (pudo pasarle a cualquiera, también a mí), el ambiente empieza a enrarecerse. La pareja que quiso volver no era el italiano y la polaca, sino una francesa y un australiano que también habían formado parte de mi grupo de cocina.
Hoy, como ayer, y a pesar de las circunstancias, no puedo evitar dar un abrazo como despedida.
Yo decido no mudarme al hostel donde la noche anterior se hospedaron el italiano y la polaca, y sin duda fue la mejor opción, ya que a través de una ronda de mensajes instantáneos con el grupo de los "exiliados" descrubro que:
-Se cierra a cal y canto su hostel durante cuatro días ya que en el hostel adyacente aparece un caso de coronavirus y al menos, una de las personas de su hostel, estuvo en contacto con ellos la noche antes. El citado hostel queda aislado en espera de los resultados de las pruebas.
-El chico colombiano que se fue de buenas a primeras está en un Airbnb con otras seis personas, sin pagar un céntimo por solidaridad de sus propietarios.
-La francesa y el australiano han encontrado alojamiento en un hostel a la vuelta de la esquina, semivacío (8 personas) y con la misma estructura de casona colonial con patio en medio.
Por si la cosa empeora, empiezo a buscar alternativas de alojamiento, a sabiendas de que tras la Asamblea Extraordinaria se acordó que si alguien deja el hostel, no podrá regresar. También se pretende limitar la salida a comprar alimentos a una persona por grupo. Pero no todos están por la labor de aceptar nuevas restricciones.
Día 24: Respiro en el Mercado de San Pedro
Día 8 de confinamiento. Desde ayer decidí ejercer de jardinero en el hostel, puesto que nadie hacía caso a las plantas, y es un hobby que me alegra y me distrae. ¡Ya encontraron quien las riegue!
También hace días que el desayuno (siempre el mismo) se ha vuelto tedioso, así que empiezo a variarlo a mi gusto, añadiendo fruta por aquí, barritas de cereales... y guardando el pan para posteriores comidas más "copiosas".
En mi grupo de cocina ya solo quedamos yo y el indio, después del éxodo. Por cambiar, decido cambiar de una habitación de 12 personas a una más tranquila de seis, ahora que existe esa posibilidad. Tres de ellas, más la mía, ocupadas. Cama baja y ventana exterior parecen un lujo. Por este cambio pago de S/ 20 a S/ 25.
La vida parece desarrollarse como en un cuento en el que todo parece tranquilo pero del que no podemos escapar. El chico indio y yo -que por mi suerte es muy buen chef- decidimos hacer una incursión al Mercado de San Pedro, así le ayudo yo con el idioma a la hora de pedir ciertos ingredientes deseados para futuros currys.
Aunque estemos en estado de emergencia hay bastante movimiento en el mercado; todo el mundo con mascarilla, eso sí. A la vuelta me encuentro con unos alemanes con los que coincidí en el Cañón del Colca. Nos saludamos con el codo. Me comentaron que estuvieron alojados en el Kokopelli Hostel, pero que se fueron a un Airbnb arriba de la colina, justo a tiempo, además.
Según me contaron, tras las primeras fiestas en confinamiento llegó la policía con alcoholímetros y malas maneras, imponiendo en su antiguo hostel medidas aún más restrictivas. Los cazadores de borrachos existían y hacían su trabajo con dureza. "¡Nos vemos en dos años en el Machu Picchu!", les grité al despedirnos.
El hecho de que hoy sea mi vuelo Cusco-Lima, ya cancelado, me hace sentirme más atrapado. Viva Air, por supuestos "problemas técnicos", no me permite cambios ni devoluciones, aunque finalmente solo pierdo US$ 15 en la jugada. Esa noche dormí de lujo en mi nueva cama del hostel.
Día 25: Contraseña, por favor
Día 9 de confinamiento. Algún que otro brasileño parece que ha conseguido regresar a su país. Desde "organización" se da permiso para que puedan volver solo hasta las 15.00 horas. Todo un detalle. No consensuado, por cierto.
Mis desayunos vuelven a ser apetecibles. Decido comenzar gimnasia a las 11.00 a.m. Sigo con el cuidado de las plantas. Me voy convirtiendo en un compañero de futbolín ideal, formando duplas invencibles.
Sin noticias de la Embajada, se acuerda una palabra clave para que todo el mundo haga desaparecer el alcohol y se recluya en su habitación en el caso de una visita de la policía. Al parecer, en el peor de los casos, se procede al cierre del hostel. Y los rumores son cada vez más ciertos.
Paso lo que queda el día leyendo en la tranquilidad de mi cuarto. Tras tomar una cerveza en compañía de alguno de mis compañeros de confinamiento y cruzar unas palabras para no enloquecer, regreso para dormir temprano. El día no ha dado nada nuevo bajo el sol.
Chats como el de "Españoles atrapados en Cusco", siguen siendo un hervidero de preguntas sin respuesta, con cientos de comentarios y especulaciones.
Día 26: Misión, cambiar dinero
Día 10 de confinamiento. Hoy mi aventura del día consiste en ir a cambiar dinero, por lo que creo que daré un paseo "más largo de lo usual".
Me levanto hábilmente de la mesa para evitar escuchar en primera persona las nuevas medidas restrictivas por las cuales habría que marcar, no sé muy bien dónde, la hora de salida y de llegada. Salgo a la calle con la ya habitual mascarilla y me dirijo a la Avenida Sol, donde se encuentran los principales bancos.
Hago alguna foto rápida ya que no quiero que piensen que estoy haciendo turismo. Veo a equipos desinfectando la ciudad. Llego a un par de bancos que me ofrecen un tipo de cambio muy desfavorable, como de 100 soles menos en mi contra (después de una larga cola). Decido no aceptarlo. Por suerte encuentro un Western Union que tiene un cambio que puedo aceptar.
Con la misión cumplida, vuelvo al hostel. Encuentro a la gente reunida junta al televisor, donde el presidente peruano, sin mencionar turistas y viajeros varados en ningún momento, anuncia la prolongación del estado de emergencia hasta el 12 de abril, con medidas más restrictivas en el norte del país, llamada a reservistas del ejército y toque de queda ampliado.
Por la noche se ha decidido hacer una barbacoa conjunta en la que compartir platos. Vuelven a vender alcohol en los supermercados, como en nuestro Orión de la esquina. Aunque en el hostel no permiten entrada de bebida del exterior, alguno que otro juega al "contrabando".
A lo largo del día llega también un correo de la Embajada de España en el Perú en el que se nos informa que están preparando un vuelo con Iberia para embarcar a todos los españoles que continúen varados en Perú tengan o no billete con ellos (aunque se habla de un pago "solidario"). Lo más curioso es que por algún error agregaron al final del texto un correo electrónico de una chica vasca que llevó a la confusión y donde escribió casi todo el mundo. En fin, decidimos esa noche hacer la barbacoa y pasar un buen rato.
Día 27: Por fin noticias positivas
Día 11 de confinamiento. Al fin se ofrece una solución por parte de Embajada y Consulado: transporte terrestre en bus autorizado de unas 20 horas de trayecto Cusco-Lima por un precio desorbitado de entre US$ 108 y US$ 140; más de 4 veces el importe en condiciones normales.
Las opciones que tenemos son dos. Lo tomas o lo dejas. No se sabe que ocurrirá a la llegada a Lima, pero se habla de vuelos de Iberia el día 31 de marzo y el 1 de abril. Para rematarlo, se recomienda hospedarse en el "Inside Meliá Miraflores", un hotel de cuatro estrellas, por un precio no inferior a US$ 80. ¿Qué pasaría con los españoles que no contaran con un presupuesto de más de US$ 200 para poder afrontar su regreso?
Por mi parte, empiezo a mirar alternativas de alojamiento cercanas al hotel recomendado. Cabe decir que nunca recibo comunicación directa de la Embajada sino que debo enterarme por los chats de viajeros de los que formo parte.
Un argentino me comenta que existe una opción económica cercana al hotel Meliá llamado Lion Backpackers, que se encuentra solo a tres minutos. Así que es muy probable que ese sea nuestro alojamiento al llegar a Lima. Con un viajero madrileño, con el que formé una pareja "invencible" al futbolín, decidimos que nos hospedaremos allí.
Resulta ser esta la última noche en el hostel con todos los compañeros de 11 días de cuarentena. Así que decidimos improvisar una pequeña fiesta. Se nota cómo va desapareciendo toda la tensión de los días previos, estallan las risas por todo el hostel, se hace imposible, ya que lo ha sido durante todo el confinamiento, el mantener dentro de nuestro hogar improvisado, el distanciamiento social recomendado. Yo, que estoy ya con la cabeza en Lima y mi presunto retorno a Barcelona, tomo dos copas y me retiro a mi habitación, por suerte, tranquila.
Día 28: Adiós a la ciudad imperial
Fin del confinamiento. Nos levantamos tempranos para disfrutar del último desayuno en el hostel. Junto con los españoles y las tres chiquillas suecas, nos aventuramos a tomar el bus especial de caro pasaje (a pagar en metálico en soles o dólares), que cubre el trayecto entre Cusco y Lima en unas 20 horas.
Soy el último en despedirme de todos, y al tener pendiente mis última cuatro noches del hostel, también el último en salir. El bus interurbano llamado "El correcaminos"sigue funcionando y cubre el trayecto hasta la estación de autobuses. Está bueno sentir el movimiento después de tantos días de confinamiento.
Al llegar a la estación de autobuses observo policía con escudos en la puerta, y una larga cola de gente en la calle, la mayoría española, pero también de otras nacionalidades. Nos piden que respetemos la distancia de un metro, mientras fumigan y limpian la calle que está a nuestro lado.
Nos van llamando por orden de lista para ir entrando en el bus. Existe incertidumbre en los rostros de muchos que no saben si estarán en la lista. Una vez dentro, hay un nuevo control de pasaportes y un control sanitario donde te toman la temperatura.
Con una hora de retraso arranca por fin el bus que nos sacará de Cusco y por suerte, consigo tener el asiento de al lado libre. En el bus, igual que en el hostel, es difícil seguir todas las recomendaciones sanitarias. Es especial volver a ver el horizonte y los verdes paisajes de la cordillera de los Andes.
En una curva cerrada aparece de la nada un gran camión, nuestro conductor apura y saca la rueda de la calzada, de tal manera que el bus se queda trabado y casi parece que va a volcar. Se nos hace desalojar el bus, lo cual me sirve para fumar, mear y estirar las piernas. Aunque la cosa queda en anécdota, creo que todos agradecemos que sucediera en esa curva y no en otra donde existían grandes pendientes con un largo hueco hacia el vacío.
El "susto" es suficiente para poder conciliar el sueño de manera óptima. No hay wifi en el bus. Queda tratar de descansar. Como se pueda.
Día 29: Llega a Lima. Se cierra el círculo
El bus ha hecho alguna parada en la noche para reponer gasolina, imagino. He dormido poco y mal y solo tengo algunos flashes dispersos. En la mañana el paisaje ha cambiado drásticamente y nos encontramos cruzando el desértico departamento de Ica.
Me vienen la memoria bonitas experiencias en la Huacachina; poco a poco, nos vamos acercando a Lima. Al llegar a la capital peruana el bus va directamente al Innside Meliá Miraflores, donde nos reciben agentes de la Policía Nacional Española. Uno de ellos se adelanta y hace de portavoz.
Poco antes me he comunicado con Lion Backpackers, a tres minutos andando, y al rato me dirijo allí con el viajero madrileño, junto a otros compañeros del hostel de Cusco que han reservado el mismo alojamiento. A mí y al madrileño nos dejan una habitación doble por S/ 50 por barba (unos € 13).
Hay un pequeño incidente con una pareja de catalanes, pues el chico al ducharse se ha "electrocutado" al soltarse un cable de la ducha eléctrica. Parece que no es para tanto, pero se mudan a un hostel adyacente. Las chicas catalanas que hicieron de organizadoras en el Dragonfly también se mudan pues a una de ellas se le rompe una cama. Parece que uno no puede dejar de estar alerta ante posibles imprevistos.
Nosotros decidimos salir al supermercado a comer, pero al regresar el dueño del hostel nos comenta que evitemos las zonas comunes puesto que ha recibido la visita de la policía. Quizás por hacer no hacer mucho caso de su recomendación, nos dice que debemos cambiarnos al día siguiente por cuestiones de aforo.
Pasamos todo el día a la espera de la llamada de la Embajada. Los chats de Whatsapp eran un hervidero de especulaciones a pesar de que el día anterior mucha gente (otra no) había recibido un email del Consulado General pidiendo los datos personales para los vuelos de Iberia del día 31 de marzo y 1 de abril.
Nosotros estamos preocupados puesto que los únicos del Dragonfly que no hemos recibido la llamada somos yo, el madrileño, un almeriense, un vaso y un ibicenco. Hasta que sucede algo afortunado. En la noche llaman al chico de Almería y todos nos vamos rotando el móvil para poder hablar con la chica de Iberia. Por esa carambola de suerte logro comunicarle que yo tenía vuelo con Iberia cancelado para el día 1 y me ella me informa que es posible hacer el cambio para el día anterior, además de hacer el transbordo Madrid-Barcelona, sin ningún recargo.
Parece que, esta noche sí, podremos dormir tranquilos.
Día 30: Relax antes de la partida
Después de haber desayunado hacemos el check out en el hostel y teniendo en cuenta que esta será nuestra última noche en el Perú (o eso espero), considerando que no me he salido del presupuesto del viaje, decido pasar la última noche en el Innside Meliá Miraflores.
Aunque la habitación no es económica, prefiero no complicarme ya que, además de ser el alojamiento elegido por la Embajada, es el punto de encuentro para ir a la puerta de la Embajada de donde saldrá el bus hacia el aeropuerto a las 5.30 a.m.
Mi intuición estaba en lo cierto ya que, después del check in -previo pago de poco más de € 70- descubro a través de mensajes de Whatsapp que las instrucciones para los que no se alojen en el Meliá es estar en la puerta de la Embajada a las 5.30 a.m. por sus propios medios (algo nada sencillo teniendo en cuenta el toque de queda, y considerando que ésta se encuentra a una hora aproximada del Meliá).
La mayoría de la gente que se alojó cerca del hotel pero no en él, como yo la noche anterior, se vuelve loca debatiendo entre presentarse en el hotel a las 5:30 a.m. (sin ningún comunicado oficial que lo sustente), o bien ir hacia esa hora a la lejana embajada.
Por mi parte, trato de relajarme teniendo en cuenta el contraste de estar en un cuatro estrellas después de estar viajando un mes de mochilero. El día pasa entre alguna conversación interesante en la azotea del hotel y el zapping en la enorme pantalla de la habitación.
Día 31 (y 1): Regreso a casa. Un viaje para no olvidar
Después de desayunar bien temprano en el Meliá, llegan a la puerta del hotel los buses que nos llevarán al aeropuerto militar. Un buen grupo ha decidido presentarse allí en lugar de dirigirse a la Embajada. No dejan que nos mezclemos y dan prioridad a los que nos alojamos en el Meliá.
Esta actitud me parece muy clasista y me genera inquietud. Además hay compañeros que se quedaron en el otro hostel que, por suerte, logran subir a los buses para que nos marchemos todos juntos. Otro bus traslada de manera simultanea al grupo que se encontró en Embajada.
Escoltados por la policía a través de una Lima incómodamente tranquila, llegamos hasta el aeropuerto militar, donde puedo observar otras personas que están esperando con las maletas tratando de entrar. Hay control de listas y pasaportes, perros olisqueando el equipaje.
Todos estos controles nos hacen esperar bastante y produce una situación única a la par que extraña. Finalmente, podemos liberar toda esta tensión cuando vemos ante nosotros el avión de Iberia.
Nos esperan por delante un viaje de 13 horas hasta Madrid-Barajas. Nos dan de comer unos macarrones, luego un panecillo con jamón y queso, y ya. Aprovecho para ver las películas Mientras dure la guerra, Alita, ángel de combate, y Jocker. Gracias a esto el viaje se hizo casi corto después de la experiencia de 20 horas de viaje desde Cusco sin wifi ni apenas cobertura.
Llegamos a Madrid a las 4.30 a.m. Solo me quedaban 7 horas hasta la salida de mi vuelo a Barcelona en un Madrid-Barajas prácticamente vacío.
Después de dormir en este avión y tomar dos autobuses urbanos en una ciudad desierta como nunca la había visto, logré lo que hace unos días parecía imposible: llegar a casa.
Si tengo que escribir una conclusión final podría decir que ha sido muy interesante la experiencia de exploración de Perú que, debido a causas de fuerza mayor se ha dividido irremediablemente en dos partes bien diferenciadas: la libertad de movimientos inicial topa con el confinamiento propiciado por el tiempo de cuarentena.
A nivel ruta de viaje, logré llegar hasta Cusco. Lugar mágico y magnético que, por cierto, no es mal lugar para encontrarse varado. Allá parece que el tiempo se detenga. Al final el resultado de la cuarentena cusqueña ha sido una interesante experiencia de confinamiento en comunidad.
A día de hoy, 8 de Abril, tengo constancia de gente que estaba desperdigada por lugares más remotos del Perú, ni en Lima ni en Cusco, que aún trata de encontrar la manera de volver a sus lugares de origen, o al menos tratar de acercarse a la capital peruana.
A día de hoy, también, sé que Dragonfly ha cerrado por ahora, y algunos compañeros de cuarentena siguen en Cusco, en un hostal a la vuelta de la esquina. Otros, incluso, ante el cierre del alojamiento han optado por acampar por allá donde se ubica el Cristo Blanco.
Mientras, las chicas suecas que vinieron en el convoy Cusco-Lima llegaban hoy a su país; al chico hindú, ya montado en su bus dirección Lima, le cancelaron el servicio de transporte, tal y como ocurrió anteriormente con los franceses. Deseo desde aquí a los viajeros muchas salud y suerte en sus viajes.
En mi caso, ya en casa, una cosa me queda clara. Mi deseo de, llegado el momento oportuno, dirigirme de nuevo hacia Cusco y seguir, desde allá, mi exploración del Valle Sagrado de los Incas y el Machu Picchu, entre otros territorios peruanos aún por explorar para, en un próximo viaje, dar paso a la tercera parte de este relato: el regreso a Perú de Raimon.
Raimon, Viajes del Perú
Abril del 2020
info@viajesdelperu.com
¡Vaya historia!
ResponderEliminarLo bueno es que falta poco para que acabe la cuarentena en Perú! (Si es que no lo vuelven a extender)